miércoles, 30 de marzo de 2011

Venta Rasquilla

Teníamos un viaje pendiente a la zona de Gredos, gracias a Juan Echanove y a Imanol Arias. Hubo una temporada donde estuvimos enganchados a una droga llamada “Un país para comérselo”. Reconozco que desde Nacho Vidal, no había tenido tanta envidia por un actor, en éste caso actores. Cuando emitieron el programa sobre Ávila, con las Yemas de Santa Teresa, los hornazos de Muñogalindo o el cocido de Fontiveros, hubo una cosa que nos llamó poderosamente la atención y que supimos desde un principio que no podía pasar mucho tiempo sin que lo probáramos: el enorme chuletón de la Venta El Obispo.
Programando el viaje a la Venta El Obispo, gente conocedora de la zona, nos recomendó por encima de ésta la Venta Rasquilla. Están la una muy cerca de la otra, más o menos a unos 5 o 6 kilómetros en la misma carretera que va desde Ávila hasta el Valle del Tiétar.
Lo primero destacable de ambas Ventas, es el enclave donde se ubican. Creo que no exagero si digo que estamos hablando de una de las zonas más bonitas de toda España. Esta zona, desde Ávila hasta la provincia de Toledo, se conoce como el Valle del Tiétar, aunque realmente la Venta Rasquilla está en el valle del Alberche, rio que cruza justo delante de ésta venta y donde, incluso, puedes pegarte un baño en la época de verano (el agua está fresca todo el año, eso sí). También está ubicada en pleno cordel de la Sierra de Gredos, a unos 25 kilómetros de Hoyos del Espino, donde se encuentra la famosa Plataforma de Gredos, lugar donde se inician las ascensiones a la preciosa Laguna de Gredos. Si en vez de coger dirección Gredos, cogemos dirección Talavera de la Reina (que también está a un paso, unos 55 kilómetros), podremos visitar un montón de pueblos preciosos que existen en esa zona, como Guisando, Arenas de San Pedro, Candeleda, Navaluenga… Como veis, recomendable al 100% para una escapada de fin de semana para tener tiempo de conocer toda la zona y poder comer cada día en una Venta distinta.
Como digo, nosotros al final nos decidimos por la Venta Rasquilla, haciendo caso de nuestros amigos. La verdad que el aspecto del edificio no destaca en un paisaje tan bonito. Como la mayoría de las Ventas, es un edificio antiguo, pero no se le ve que haya tenido una reforma hace poco tiempo. No valláis buscando un local que os llame la atención, porque no hay nada destacable, aunque el orden y la limpieza no faltan. Quizá podamos destacar las dos chimeneas de leña, una se encuentra en la barra y otra en el comedor, que deben ser muy agradecidas en el frío invierno de la zona, aunque cuando nosotros estuvimos estaban apagadas ya que la temperatura que había no las hacía necesarias. El comedor no es ni grande ni pequeño, calculo que para unos 80 comensales, aunque las mesas están colocadas de tal manera que no tienes apreturas ni agobios.
El trato es muy familiar, como si comieras en tu casa. Me gustó mucho el trato de la camarera (hija del dueño, creo), que se dirigió a nosotros desde un principio con un “hijos”, que nos hacía especial gracia. También nos sorprendió que no usara comanda, ni para nosotros que éramos 2, ni para una mesa de 7 obreros que había a nuestro lado. Cogía las notas de cabeza y no noté que se equivocara u olvidara de nada.

Diréis que cuándo llegamos a la comida. Pues allá vamos. De primero, lo que nos habían recomendado: patatas revolconas y migas del pastor. Las mejores revolconas que he comido en mi vida, con un ligero sabor picante y una textura suave que hacían que entraran solas. Las migas muy buenas también, pero sin llegar a las revolconas. El precio es de risa, sale a 4 euros cada plato. Después, 2 chuletones de ternera de la ganadería de la propia venta, criadas a pocos metros de donde después son degustadas, de tamaño extra grande, hechas a la brasa y con un sabor riquísimo. 16 euros cada uno. Regado con una botella de Protos joven y un poquito de agua. De postre, se nos ofrecen los postres caseros de la casa (natillas, arroz con leche, cuajada, flan…), pero nos quedamos tan llenos que solo pedimos una bolita de helado. Eso sí, nos llevan una gran copa con 3 bolas de helado cubiertas de nata montada. 2 cafés y 2 chupitos de hierbas, ambos invitación de la casa. La jugada nos sale ésta vez por 65 euros en total, un precio muy inferior a lo que nos podría costar en cualquier otro sitio.
Subimos hasta el Parador Nacional de Gredos (a unos 10 kilómetros de la Venta Rasquilla) a tomar un Gin tonic, respirar aire fresco y ver el bonito paisaje. Luego, a la vuelta, tomamos otro en la Venta El Obispo, donde nos prometemos que probaremos a comer para poder comparar con su vecina, que ha dejado el listón muy alto. Ya os contaremos.

4 comentarios:

  1. Muchos fines de semana, uno mis 3 placeres mas grandes: mi moto, la naturaleza y la gastronomia. Voy mucho a la Venta Rasquilla, la mayoria de las veces solo y siempre como lo mismo, unas revolconas y un chuleton. Luego recorro gredos con mi moto, disfrutando del paisaje. Enhorabuena por el blog, esta muy bien.

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  2. Estoy totalmente de acuerdo con tu descripción de la zona, solo que la venta que conosco es La Venta Obispo, y por lo que cuentas no difiere mucho de la Venta Rasquilla, cosa que podre comprobar en una proxima visita que pienso hacer en Semana Santa, ya que me deje por visitar algunos de los pueblos que nombras.
    Yo tambien soy aficionado a la moto y la verdad que estas carreteras son para disfrutar con ella, en grande, solo que viajo con autocaravana y la familia ya que me pilla algo lejos de la ciudad de Córdoba, donde vivimos.
    Enhorabuena por tu blog.

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  3. No teneis ni puta idea de lo que habláis, la venta del obispo siempre ha sido cara y mala.

    Esto te lo dice un abulense que le han salido los dientes pescando truchas en la zona.

    Que poca cultura de lo que habláis.

    Y el programa de un país para comérselo no refleja en nada lo que es la provincia, una autentica mierda lo que hicieron.

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